Me
estoy jugando el cuello. Con cada palabra que añado a este post mi vida corre
serio peligro. Desde que abrí el blog la semana pasada he recibido varios mails
que no reproduciré aquí para no herir vuestra sensibilidad, pero esta mañana ha
llegado la gota que colma el vaso. Me disponía a salir para dar un paseo
revitalizador, cansado de vegetar todo el día en mi rincón de pensar, cuando
dos tipos y una mujer me han asediado en la puerta de casa al más puro estilo
de la mafia calabresa. Uno de los hombres lucía un ridículo bigotillo y el pelo
despeinado e iba enguantado en un minúsculo chaleco, todo rematado con un toque
de pajarita muy casual. El otro maromo, a camisa de cuadros, tenía la barba de un
indigente bien aseado y el pelo largo recogido bajo un estúpido y anticuado sombrero.
La chavala de la discordia era un collage de tatuajes con malas pulgas y gafas
de secretaria sexy, una Rottenmeyer actualizada. Tres blogueros que pretendían
el cierre de El Tabernario. Querían recordarme que la bitácora digital es
tierra de modernos.
martes, 26 de agosto de 2014
viernes, 22 de agosto de 2014
Mariano, no follas bien
Querido
Mariano,
Recuerdo
tu foto colgando de las farolas de mi calle como si fuera ayer. La verdad, a
bote pronto no me pareciste muy atractivo, posiblemente porque soy esclavo de las
tendencias y los cánones de belleza establecidos. De hecho, todos estábamos de
acuerdo en que no eras el candidato mejor parecido de aquel Vota Mi Cuerpo 2011.
Pero tú nos prometiste el oro y el moro, tiraste de tu característica labia y
nos aseguraste que guardabas un enorme secreto, uno que desatascaría nuestras
maltrechas cañerías. Debo reconocer que aún así no te voté, me asusté, pensaba
que siendo tan grande lo que escondías bajo el traje me harías daño. Y aún así
me entregué a ti, como todos. Hemos estado casi tres años juntos, y tenemos que
hablar. No quiero que te enfades, pero hay una cosa que te quiero decir y que
llevo guardándome desde nuestra primera vez: Mariano, no follas bien.
miércoles, 20 de agosto de 2014
¿Por qué no te lo tragas?
El otro día estaba de tertulia con unos amigos departiendo sobre diversos temas trascendentales, como es habitual. Nuestra adicción a las pipas nos hizo sufrir una sobredosis de sal que tratamos de paliar bañando nuestros gaznates con una bebida tan glamourosa como atemporal, el agua del grifo. No sé si fue la bolsa de Facundo caducada, el exceso de cal en vena o la hostia que me di contra la pared el día que mi madre me expulsó de su vientre, el caso es que saqué a colación uno de los temas más controvertidos para el hommo erectus: ¿por qué hay mujeres que no se lo tragan?
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