El otro día estaba de tertulia con unos amigos departiendo sobre diversos temas trascendentales, como es habitual. Nuestra adicción a las pipas nos hizo sufrir una sobredosis de sal que tratamos de paliar bañando nuestros gaznates con una bebida tan glamourosa como atemporal, el agua del grifo. No sé si fue la bolsa de Facundo caducada, el exceso de cal en vena o la hostia que me di contra la pared el día que mi madre me expulsó de su vientre, el caso es que saqué a colación uno de los temas más controvertidos para el hommo erectus: ¿por qué hay mujeres que no se lo tragan?
Hablamos del semen. Ese prodigioso mejunje que convierte tu cutis en la envidia de cualquier preadolescente, ya sea ingerido o esparcido a modo de crema (gracias Txumari). Este viscoso líquido que puede transformar tu vida (sí, te lo digo a ti mujer triste y taciturna) en un mundo de color de rosa gracias a sus propiedades antidepresivas. Un manjar de los dioses, según el chef Fotie Photenhauer, ¡que además controla tu ovulación! Por supuesto el esperma no es la panacea y tiene sus contraindicaciones por uso indebido. Por ejemplo, si lo aplicas directamente vía vaginal corres el riesgo de joderte la vida para siempre y, de paso, contribuir a uno de los grandes males que padece la raza humana: la procreación. No obstante, si has leído estás líneas demasiado tarde no temas, porque aunque ya no tiene remedio gracias a Gallardón, siempre puedes ahogar las penas del embarazo en un vaso calentito de leche viril, de buena mañana, que es cuando mejor entra, y así evitarás las terribles náuseas matutinas. ¿Aún eres escéptica? Pues infórmate aquí. Con todas estas maravillosas ventajas que te acabo de descubrir, ¿por qué no te lo tragas?
Esta es la idea.
Por
algún motivo que desconozco normalmente mis amigos y yo no estamos rodeados de
féminas, pero resulta que el otro día nos acompañaban dos. Cuando planteé la
intrincada cuestión solo tuve que mirarlas a la cara (sí, chicas, somos
capaces) para obtener una respuesta demoledora. Ambas echaron la vista hacia
otro lado, arrugaron la nariz y sentenciaron con un “¡puag!”. Al principio traté
de familiarizarlas con la propia naturaleza del semen como a vosotros
anteriormente, pero misteriosamente no les
parecieron argumentos de peso para darse a la “bebida”, así que fui un paso más
allá e intenté que se dieran cuenta de que directa o indirectamente la simiente
de muchos varones había pasado por sus labios alguna vez, y quizás también por
los míos. ¿Cómo sabemos al darle dos besos a una persona que no acaba de ser
rociada por uno o varios potros salvajes? ¿Y si no le ha dado tiempo a darse ni
un agua? ¿Habrá bastado un kleenex
para eliminar todo el rastro de una noche loca? Cuando las chicas empezaron a
convulsionar por las arcadas me detuve, en un acto prodigioso de
caballerosidad, pero me levanté, nos despedimos (me dieron la mano con
reservas) y me marché a casa profundamente indignado.
Pensadlo
bien. Un día el horóscopo te sonríe, se alinean los planetas y por lo que sea
terminas acostándote con una mujer. Bajas al pilón muy aplicado, dispuesto a
demostrar que las miles de horas que has consumido de porno han sido
productivas, y comienzas a lamer y acariciar con destreza los bajos de tu
compañera. Ella posiblemente tendrá los ojos cerrados y estará pensando en los
oblicuos de Miguel Ángel Silvestre, así que hay bastantes posibilidades de que
se lo esté gozando como nunca. Entonces, como por arte de magia, tocas la tecla
adecuada y un chorro de flujo vaginal te salpica el bigotillo. Cualquier hombre
que se precie, lejos de detenerse, seguramente se motivaría e incluso absorbería como si de una cabeza de gamba se tratase.
Pero, ¿y si de repente la situación cambia? Chicas, puede que llegue un día en
que nos lubriquéis el morro y nos enfademos con vosotras: “¿pero esto qué es?
¿y sin avisar?”. Entonces recogeremos nuestros bártulos y nos marcharemos
dignamente a nuestras casas para masturbarnos pensando en lo que pudo ser y no
fue.
¡Menudo squirt!
Ojo, si
pretendéis descubrir a vuestras amigas la grumosa explosión de sabor por
sorpresa, debo advertir que tenéis bastantes posibilidades de que la chavala
aún no esté preparada y os tatúe los cinco dedos de la mano en vuestras caras.
Por eso desaconsejo completamente esta práctica y os invito a que le preguntéis
a vuestras parejas, rolletes, follamigas o víctimas del cloroformo si se lo
tragan, porque si aceptan accederéis al selecto grupo de hombres que han
desmontado el mito del happy end (no vale irse al Conejito Feliz).
¿Alguien
puede arrojar un poco de luz sobre el tema? Si es así, dejadlo en COMENTARIOS.
Si os queréis sumar a esta pequeña cruzada por la igualdad, dadle a COMPARTIR.
Y chicas,
no os preocupéis, solo es una broma.
"Uuuy, que me meo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario