Se trata de un conjunto de problemas mentales y
conductuales que forma parte de los trastornos del espectro sabiondo. La
persona afectada muestra dificultades para cerrar el pico cuando no sabe de lo
que habla, además de repetir como un loro aquello que dijo el profesor más guay
de primer año. Los usuarios afectados por este trastorno pueden adquirir comportamientos
estereotípicos como enumerar las propiedades de la marihuana, decir “fascista”
por lo menos tres veces al día, fumar tabaco de liar, comprarse una cámara
réflex, poner filtros de Instagram en todas sus fotos, comentar que somos un
país de pandereta, acudir a conciertos de bandas alternativas, hacerse veganos...
No obstante, puede darse la circunstancia de que no se presente alguna de estas
prácticas. En este caso, el afectado es portador del anticuerpo “odio las etiquetas”, por lo que su comportamiento es imprevisible y necesita
controlarse periódicamente.
lunes, 15 de septiembre de 2014
martes, 9 de septiembre de 2014
Mujeres, hombres y viceversa
Acaban de terminar las fiestas patronales de
mi localidad, una reunión de hormonas en efervescencia donde la música es lo de
menos y lo importante es participar. Un acontecimiento repleto de graduados en
la Universidad Ron Negrita y con un Máster en Cata de Jagermeister. Como podéis
imaginar, las conversaciones intelectuales abundan hasta el hartazgo, concretamente
el mío, que no puedo seguir el ritmo de gente tan docta en la materia. Yo soy
más básico, desde que aprendí en Conocimiento del Medio el ciclo de la vida
existo para reproducirme y morir, toda vez que nací para vuestra desgracia y
crecí para la mía. En algún momento de la noche mis compinches se compadecieron
y decidieron rebajarse a mi nivel: tetas, culo, polla, coño, follar, follar,
follar… En definitiva, mujeres, hombres y viceversa, y yo, por supuesto, estaba
en mi salsa.
martes, 2 de septiembre de 2014
Destrozando infancias: Heidi
Adelaida
era una mujer amargada y profundamente resentida con sus padres por ponerle un nombre tan horrendo. Era tan insoportable que
su marido se pasaba las noches en el bar para no tener que aguantarla. Adelaida
se sentía muy sola, estaba tan cansada de acariciarse el garbanzo en soledad
que aprovechó la visita de Paco “El Butanero” para zumbárselo. Pero Paco no era
muy amigo de los plásticos, así que se la pinchó a pelo y se largó cagando leches,
dejando a Adelaida con una horda de ladillas asesinas y una bombona llamada
Heidi.
Pasaron
siete meses y los minúsculos insectos comenzaron a invadir el útero de
Adelaida, así que Heidi, a riesgo de quedarse canija, escapó del vientre
materno rauda como el viento. Y justo a tiempo, porque los piojos púbicos se merendaron
a su madre en un pispás. Cuando el padre de Heidi llegó a casa y vio el percal
se marchó a por tabaco y no regresó jamás, dejando a la pequeña con su
atractiva tía Deté, conocida por salir enseñando pechuga en ciertas revistas
masculinas.
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